Jeremías 1:5



“Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; antes que salieras del seno te consagré…”

La búsqueda de Dios




Si ya has llegado hasta esta sección....

QUÉDATE 4 MINUTOS!!



Enciende los altavoces y dale al PLAY!








¡¡¡COMENZAMOS!!!... 




Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte...
 ...Inclina tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti 
Enséñame, Señor, tu camino, 
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre...
...Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
                                                                borra en mí toda culpa


"Morir a todo para vivir en el TODO, dejarlo todo para hallar al que lo es TODO, amar a todos en ese TODO que es DIOS" (M.A.)



Si aún quieres más......



¡¡ CONTINÚA!!





“Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se desvirtúa, ¿Con qué se salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz de mundo. No puede ocultarse una Ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. (Mt 5; 13-16)


Jesús, nos invita a recordar a esas personas y acontecimientos que han sido para nosotros “sal y luz” a lo largo de nuestro camino vocacional. También a pensar en qué lugares necesitamos ser “sal y “luz” para otras personas y en qué momentos o situaciones hemos apagado la luz y la sal de nuestra vida hasta volverse sosa.
 
   VIVIR A CORAZÓN ABIERTO

«Donde está tu tesoro allí está tu corazón» (Mt 6, 23)                        

De vez en cuando conviene volver a hacerse esa pregunta. ¿Dónde pongo las expectativas, los anhelos, las ilusiones? Si es en un espejo o es en un fajo de billetes, o en la comodidad o la diversión. O en los aplausos, o el éxito. O en algunos nombres. O en la fe. Y la justicia. Y la gente. Es importante saber qué es lo que me llena, lo que me inquieta, lo que me ocupa y me preocupa, a lo que le doy la oportunidad de quitarme la tranquilidad. Porque ahí es donde estoy viviendo con más implicación.


«No temas, que yo te he elegido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Eres precioso a mis ojos, y yo te amo» (Is 43, 1-4)

A veces uno necesita oír una declaración de amor. Una declaración de que hay alguien, Alguien, que siempre está ahí para mí, conmigo. De que el amor, en mi vida, ya está sembrado. De que cuando me levanto, cuando me siento solo, cuando estoy con otros, cuando me enamoro o cuando se me rompe el corazón. Cuando me siento como un volcán o como una bayeta, cuando soy feliz y cuando mi vida es drama, cuando la fe flaquea o cuando es firme, cuando los motivos tiran de mí o cuando parecen difuminarse… siempre, siempre, hay quien me ama primero.






No hay comentarios:

Publicar un comentario